domingo, 8 de septiembre de 2013

Diario de Viaje: Países Bálticos: Jornada 4 - Riga - Sigulda - Turaida - Cuevas de Gutmanís - Parnü - Tallin

Hoy es 21 de Agosto de 2013.

6:30 --- Arriba!!!!! Sí, a las 6:30. Hoy tenemos día de autobús, por lo que hay que levantarse temprano. Además, tras la experiencia de ayer en el desayuno, queríamos estar a las 7, de los primeros, en el restaurante del hotel, cuando abren, pero nuestro gozo en un pozo. Hay una excursión de alemanes alojados en el hotel, que deben irse también temprano, porque sino no entiendo como pueden estar haciendo cola ya a las 7, desde la salida del ascensor.... Bueno, con la experiencia de ayer aprendida, cojemos sitio antes de elegir la comida, y una vez con sitio, con más tranquilidad, nos disponemos a elegir cada uno lo que desea de las diferentes opciones que tenemos y de este modo almacenar fuerzas para el largo día que tenemos por delante.

Hoy abandonamos Riga, y Letonia en general, haremos noche ya en Estonia, en su capital, Tallin, pero previo a la llegada final, haremos varias paradas. El primer lugar que visitamos, yendo ya en autobús por la autovía A2 es Sigulda, situada a 26 Kms de Riga. A medida que salimos de la capital letona, tomo conciencia de su gran tamaño, y de lo extenso de su territorio. Ayer, viendo sólo su casco histórico pensé que no era tan grande, pero está visto que me equivoqué. Grandes avenidas, grandes palacios y edificios, la mayoría estatales para uso del gobierno, y zonas industriales abandonadas, con viejas factorías de producción industrial de la época comunista soviética, como digo hoy en día abandonadas.

Poco a poco, vamos dejando atrás Riga, y vamos llegando a Sigulda. La autovía es amplía, pero mal asfaltada, nada que ver con las autovías españolas (para que luego nos quejemos)... eso sí, el paisaje es espectacular, bosques, bosques, y más bosques. Todo es verde por aquí. Ah!!! no he dicho que hoy ha salido el sol, no llueve, cosa milagrosa. Según nos comenta nuestro guía es complicado acertar la climatología en Letonia, y pocos días de verano son los que no llueve al menos un poco (o un mucho, como ayer, jejeje), así que, oh! milagro, aprovechemos el día de hoy.

Como digo nos dirigimos a Sigulda y Turaida, dos poblaciones pequeñas situadas en el parque natural del río Gauja, en el norte del país. Es una zona en la que antiguamente vivían los príncipes, tanto alemanes, como rusos, y tienen por tanto varios castillos para visitar. Nuestra primera parada es en la iglesia de Sigulda, luterana, muy simple, hecha casi toda de madera, y muy, muy austera, además de ser muy pequeña, parece una capilla. Tras esta visita, recorremos parte del parque natural (increíble lo verde que está todo y la belleza de sus bosques, inmensos, se pierden los árboles hacía el infinito...), para dirigirnos hacia el castillo de Turaida.




Es un hermoso castillo medieval, de estilo gótico, construido en 1214. A destacar la iglesia de madera más antigua de la zona, así como su cementerio, donde se encuentra la tumba de Maija, la llamada Rosa de Turaida. Cuenta la leyenda, que una niña huerfana fue encontrada después de una cruenta batalla al principio de las guerras suecas, en 1601, y fue criada por el personal del castillo. Al crecer, ella se enamoró del hijo del jardinero, y se reunían en una cueva (que visitaremos luego) para dar rienda suelta a su amor. Al final de las guerras suecas, en 1620, un soldado desertor polaco pidió asilo en Turaida, y al ver a la joven Maija, se enamoró de ella, y le pidió que se fuera con él a Polonia. Como ella lo rechazó, él no soportó que lo dejara por un simple jardinero, y acabó con la vida de la joven y bella Maija. La enterraron en estos parajes, y hoy día es lugar de peregrinación de las parejas enamoradas letonas, que desean con su visita que su amor se prologue como el de Majia y Víctor (el hijo del jardinero), y lógicamente se ha convertido en un sitio muy turístico.




Hay que decir del castillo, que gran parte de él, ya se ha recuperado, en concreto más del 40% de su estado original, cuando en él vivía el Obispo de Turaida.

Tras visitar el castillo, nos dirigimos al lugar donde Maija y Víctor se veían a escondidas. Vamos en bus, aunque se encuentre a sólo 1 Km de Turaida. Situada entre sus bosques, hay una oquedad, un orificio (yo no lo puedo llamar cueva) donde se encontraban los dos enamorados, a escondidas de los demás. Dicho lugar se llama Las Cuevas de Gutmanís, y es la cueva más profunda en los Países Bálticos (pues menos mal, los bálticos fliparan con las cuevas de Altamira, por ejemplo, que si son cuevas como Dios manda... esto es un boquete muy grande en una ladera de un monte, pero bueno, no le quitemos el encanto al lugar...). Tiene 19 metros de profundidad. Llama la atención como en las paredes de la cueva hay firmas en la piedra por todos lados, firmas de gente que ha pasado por allí, como esculpidas en la roca (fácil de modificar por lo que se ve, yo lo intenté con las manos y no pude hacer nada, se ve que hará falta alguna herramienta punzante...) Hay firmas que datan de 1795 hasta nuestros días, sobre todo de parejas enamoradas, con sus nombres dentro de corazones, como enamorados por siempre, al igual que nuestros personajes de la leyenda, Maija y Víctor.




Tras tanta visita, y tanto amor, ya tenemos mariposas en el estomago, pero por hambre, son las 1 de la tarde, y nos dirigimos a comer. El lugar elegido es un restaurante familiar, llamado El jardín del Sol, donde en honor al astro rey, todas las camareras van vestidas de amarillo, menos una, de negro, que sería la jefa, digo yo, ya que era la que tomaba nota. Se comió muy bien. Sopa de verduras y carne de entrada, pescado con verduras y patatas de primer plato, y postre, helado con trozos de melón, sandía y uva. Además, se nos invitó a un chupito de licor de Riga, un licor con grado de alcohol muy alto, superior al 40%, pero por lo visto muy bueno para aliviar muchas enfermedades, ya que está realizado entre 26 tipos de hierbas medicinales. Al terminar de almorzar la gracia estuvo en que algunos se fijaron en la cantidad de manzanos que había plantados en la finca del restaurante, y al guía no se le ocurre otra cosa que decir que son comestibles y que podemos coger alguna. No hombre no!!!, a un grupo de españoles no les digas que pueden tomar algo gratis, porque lo cogerán, jejejeje... y allí que nos pusimos casi todos, todos mejor dicho a coger manzanas, casi todas verdes, ácidas, pero buenas dentro de lo que cabe. Pues nada, manzanas como segundo postre.



Con el estomago ya callado, nos montamos de nuevo en el autobús, donde nos esperan dos horas de viaje hacia nuestra siguiente parada, ya en Estonia, la localidad costera de Parnü. Estas dos horas transcurren a través de una autovía que en España sería casi una carretera comarcal, atravesando pequeños pueblos, muy mal asfaltada, pero de nuevo, compensada con unos paisajes preciosos, siempre rodeados por bosques, ríos y verde, mucho verde.

Parnü es un pequeño pueblo marítimo, al sur de Estonia, el cual es muy visitado en verano. Es un pueblo muy pequeño, con las típicas casas de madera de estos lares, cada una de un color distinto a la de al lado, muy coqueto. Es un sitio muy concurrido por aquellos estonios que tienen en este lugar de veraneo, su segunda casa, la de verano logicamente. También vienen a este pueblo muchos finlandeses y rusos, que aún tienen sus casas de la época de la unión soviética, muy baratas económicamente en el momento de la independencia de Estonia, y auténticas gangas para las economía de los paises ricos de la zona.

Paramos un ratito e incluso bajamos a la playa, de arena fina, y de aguas muy, muy poco profundas, es mas parecido a un lago, aunque no lo sea, estamos hablando del Mar Báltico. Yo me metí hasta las rodillas, y para ello tuve que andar bastantes metros. No estuvimos más de 20 minutos en la playa de Parnü.




Vamos tarde, son ya las 6 de la tarde, y aún quedan más de 2 horas en bus para llegar a Tallin. Las carreteras de Estonia parecen mejor condicionadas que las de Letonia, al menos están mejor asfaltadas. Sobre las 20:30 el autobús nos deja en nuestro hotel de Tallin. Está a las afueras, cerca del aeropuerto, pero con un centro comercial al lado, que nos permitirá comprar comida o comer en sus restaurantes, y tenemos justo enfrente una parada de bus que lleva directamente al centro, por lo que no nos desagrada estar lejos del centro, pero como ya es muy tarde y tenemos la cena preparada de antemano porque no sabíamos a que hora íbamos a llegar y que nos encontraríamos, nos quedamos en el hotel, descansamos de tantos kilómetros en autobús, y nos preparamos para visitar y conocer mañana Tallín, la cual espero nos reciba sin lluvia, la cual hoy nos ha respetado.

Hasta la próxima Bloxperiencia.

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