La mañana de este día, la dedicamos a conocer la capital, pero de día (ya la conocíamos de noche). Para ello, lo hacemos alquilando bicicletas (muy barato, 1 € cada bici durante 2 horas), y allá que nos vamos, recordando a los chicos de verano azul, (evidentemente todos sabéis a quién me tocó representar a mi.... y no es a Bea precisamente).
Lo primero que visitamos es el castillo, situado en lo alto de una colina, colina que hay que subir, lógicamente, y allí que empezamos a subir, emulando a Sastre, Valverde, Contador y demás grandes ciclistas españoles... peazo de cuesta, empinada, hacia arriba, siempre hacia arriba... veías una curva... hacia arriba.... giras a la derecha... hacia arriba.... más de uno (yo por ejemplo) lo intentó, y subió rapidito al principio, pero nos quedamos por el camino (entre ellos yo) y terminamos andando la cuestecita hacia el castillito.
Ahora, merece la pena, no tanto por el castillo, sino por las vistas de la ciudad. Increibles. El castillo no es gran cosa, pero el mirador de la ciudad es lo suficiente para dar por bueno el esfuerzo realizado.
Tras la bajada del castillo, vamos ya en plan tranquilo, paseando, recorriendo el centro de la ciudad, siempre con el río como protagonista, y sus puentes, lógicamente.
Se me ha olvidado indicar que Ljubljana tiene vida. Aparte de los típicos turistas, en el centro, había dos mercados, repletos de gente, y donde fundamentalmente podías comprar recuerdos, pero también frutas, verduras y tomar algo para desayunar (olvidaros de tostadas o dulces, aquí lo que se lleva son las pizzas, en porciones, y los sandwiches). Tras recorrer el centro, sus calles y sus puentes, y comprar algo de fruta en el mercado para recuperar fuerzas, soltamos las bicicletas, y regresamos al hostal, a por el coche, para comenzar viaje hacia Zagreb. Croacia nos espera
Indicar que Eslovenia nos ha impresionado a todos. Nada que ver con lo que uno puede pensar de un país recién separado de otro, y cercano a un conflicto bélico como fue la guerra en la ex-Yugoslavia. Como ya he comentado, es un país desarrollado, moderno, europeo, con muchas posibilidades de ocio, y con muy buenas comunicaciones. Muy bonito, rodeado por los Alpes, muy verde (como los que os enseñé ayer de la localidad de Bled) y con paisajes impresionantes. Nos despedimos de Ljubljana, la ciudad del Dragón,(el porqué de esto ya os lo miráis en el google) después de haber estado en ella dos días. Nos espera otra capital de país, Zagreb, nos espera, Croacia.
Como digo, vamos, por fin, a Croacia. Tras dos horas de autopistas, por paisajes impresionantes, llegamos a Zagreb, donde ya desde lejos se nota que es una capital, con más de un millón de habitantes. Presenta varias entradas, avenidas kilométricas, calles amplias, grandes plazas y edificios antiguos, pero bellos e impresionantes.
Nos costó llegar al hostal, pero lo conseguimos gracias a la hospitalidad de sus habitantes, indicándonos el camino a seguir. El hostal nos sorprende por su decoración. Todas sus paredes (desde el piso inferior, hasta el ático) están pintadas a mano, muy detallista. En un piso la pintada era un paisaje, con sus montañas y todo, en otro piso eran constelaciones. Era una casa de 2 plantas, muy bien aprovechada. Ademas, en nuestro dormitorio, nos encontramos la inesperada compañía de un gatito (para disgusto de Mar), al cual le gustamos, porque no paraba de meterse en nuestro cuarto, y acurrucarse en nuestras camas.
Tras dejar las maletas en el hostal, y almorzar unos pedazos de bocadillos de chorizo y salchichón, nos vamos a patear la ciudad (dos capitales de país en un solo día.. estamos locos.... jejeje). El hostal está lejos del centro, así que tenemos que usar el medio de transporte típico de aquí, el tranvía. Se supone que hay que comprar el ticket, y que tú mismo, en una máquina prevista para ello, picas dicho ticket, pero todos conocemos la picardía española, así que no creo que os extrañe el deciros que los viajes en tranvía (ida y vuelta) nos salieron gratis.
Zagreb es una ciudad antigua, dividida en dos grandes zonas, la parte alta (la más antigua, con la catedral, y llena de iglesias), y la parte baja, más moderna y capitalista. Lo bueno de nuestra visita por Zagreb, fue conocer a IviÇa, un joven croata, al cual le pedimos nos echara una foto en grupo a los 5 del viaje, en la plaza del parlamento croata. Resulta que estuvo 8 años en México (concretamente en Guadalajara), y hablaba castellano, y como le encanta en su tiempo libre ser guía de su ciudad (el tío trabaja para el gobierno, no es cualquiera, bueno, no sabemos si es importante o no, pero un cualquiera no parece), bueno, pues que se ofreció a ser nuestro guía.
Fue la caña. Un croata, que habla español, guiándonos por Zagreb. Nos contó muchas cosas, no solo sobre Zagreb, sino sobre Croacia en general, su pasado, la reciente guerra, los motivos de la misma, su presente, y sus intenciones de futuro. Nos habló de sus costumbres, y de sus gentes, ..., vamos lo que es un guía en toda regla. Estuvo encantador, como digo, tuvimos mucha suerte. Además, era muy gracioso oírle hablar en castellano, pero con latiguillos en mejicano, como decir, "ahorita", ó, "acá en Zagreb").
Tras despedirnos de nuestro amigo croata, y conocer sobre todo la parte alta de la ciudad con él, lo que es la parte baja nos la recorremos por nuestra cuenta. Parques enormes, con grandes edificios (teatros, museos, instituciones...) y fuentes, rodeadas de grandes avenidas que comunican distintas zonas de la ciudad. Antes de regresar al hostal, decidimos cenar en Zagreb, y volvemos a la parte alta, donde entramos en un restaurante de categoría (o eso al menos parece), a pesar de las pintas que llevábamos, más de playa, que de ir a cenar a dicho restaurante). Allí la gente estaba muy arreglada, en su mayoría, y al principio nos dió un poco de corte, pero que coño..., entramos. Las mesas estaban muy bien decoradas, y el lugar tenía un ambiente de categoría, con luces en el techo, a través de sus paredes de madera, y con música de ambiente en directo.
Nada más pedir, vimos, por los precios de la carta, y la actitud del camarero hacia nosotros, que igual nuestra vestimenta no era la indicada, pero igualmente empezamos a pedir platos (el camarero insistía en que cada uno pidiera primer plato, segundo plato y postre, y se sorprendió de que solo pidiéramos 5 platos, uno cada uno, para compartirlo entre todos, y probar un poco de todo...), ademas, la carta era un lío, con platos que solo servían en invierno, otros solo en verano, total..., un lío. Pero comimos muy bien, y conseguimos no salirnos mucho del presupuesto estipulado antes de entrar. La comida buena, pero nos llamó la atención un plato, que era una especie de rebozado con nata o queso fundido en su interior, pero que sabía a churros.
Nos vamos, pagando con tarjeta, supongo para alivio del camarero, y cogiendo de nuevo el tranvía, gratis por supuesto, regresamos al hostal. Allí, compartimos habitación con dos lirones (dos chicas inglesas, creemos) que ya estaban dormidas a las 23 horas cuando llegamos, y seguían dormidas cuando salimos del hostal al día siguiente, a las 10 de la mañana, pero eso ya lo contaré mañana.
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